I.
Foucault define Parrhesia, la palabra griega para libertad de expresión, como el grado cero de la retórica: la figura que intensifica las emociones de la audiencia sin usar ningún tipo de figura.
Parrhesia es decir la verdad, generalmente una verdad crítica, de manera directa, sin adornos ni floreos, creyendo en esa verdad, creyendo que tenés el deber moral de decir la verdad, pero haciéndolo voluntariamente, a alguien que es más poderoso que vos y por lo tanto es capaz de reventarte como una uva por decir lo que dijiste. A nivel interpersonal, un Parrhesiastes sería el que te dice que tu novia es una víbora, tu poema es una mierda y Papá Noel no existe.
Más precisamente, dice Foucault, Parrhesia es una actividad verbal en la que el hablante expresa su relación personal con la verdad, y arriesga su vida porque reconoce decir la verdad como un deber de mejorar o ayudar a otras personas (o a sí mismo). En Parrhesia, el hablante usa su libertad y elige la franqueza por sobre la persuasión, la verdad en lugar de la falsedad o el silencio, el riesgo de morir en lugar de la vida y la seguridad, crítica en lugar de adulación y deber moral en lugar de egoísmo o apatía total.
En una monarquía, es el deber del consejero usar parrhesia para ayudar al rey a tomar decisiones y prevenir que abuse de su poder. Un buen rey acepta lo que un parrhesiastes genuino le dice, aunque no le guste un carajo lo que está escuchando. Pero si el soberano no le da pelota a sus consejeros honestos o los castiga cuando cuestionan sus decisiones o le llevan la contraria, entonces decimos que es “un tirano hijo de mil puta”. Foucault habla de que para un rey no-tiránico no-hijo de mil puta existe un “Contrato parrhesiástico”: Si me decís la verdad, sin importar cual sea, no vas a ser castigado. Serán castigados aquellos que sean responsables de las injusticias, pero no aquellos que digan la verdad sobre tales injusticias.
II.
La Parrhesia es importante por el rol cibernético que cumple para preservar la estabilidad de un sistema. Es decir, que no nos muramos todos. Cibernética viene de la palabra griega para el timonel de un barco, y es el estudio de los mecanismos que controlan un sistema complejo a cualquier escala, de una célula a una Liga de Naciones. El timonel no sigue ciegamente una ruta preestablecida y no toma decisiones al azar. Va viendo en tiempo real como se mueve el barco y como está el mar y ajustando el curso para no chocarse contra este iceberg o aquel pulpo gigante. Es un principio general de la cibernética que es más fácil evitar cruzarse con el pulpo gigante que vencerlo en combate singular. Anticiparse a los problemas contra tratar de resolverlos a medida que van surgiendo.
Foucault hace hincapié en la asociación que suelen hacer los textos griegos entre la Parrhesia y la técnica del timonel, la técnica de un médico para sanar cuerpos, la técnica de un filósofo para “sanar almas”, y la del gobernante de una ciudad. En todos estos casos hace falta conocimiento teórico y entrenamiento práctico para ser útil. Para Kant, el “término medio” que une teoría y práctica y permite el tránsito de una a otra es el juicio, y a los juicios no se llega por deducción ni por inducción. El juicio no tiene nada en común con las operaciones lógicas, y sí con el gusto estético y la conciencia moral. Es decir, el timonel no solo sigue las reglas y principios generales del arte, si no también las circunstancias particulares específicas a cada situación y lo que los griegos llamaban “Kairós”, o el momento crítico, crucial o decisivo, la ventana de oportunidad para pegar el volantazo que zafa del pulpo gigante o, en última instancia, pegarle un crítico justo cuando exponga su punto débil.
El Parrhesiastes, entonces, es como el timonel de un barco. Ve que este país se va a la mierda y te lo dice para tratar de que no se vaya a la mierda. Si un ciudadano no puede usar parrhesia, no puede oponerse al poder del gobierno. Kant: “aquel poder exterior que arrebata a los hombres la libertad de comunicar públicamente sus pensamientos, les quita también la libertad de pensamiento: la única joya que aún nos queda junto a todas las demás cargas civiles y sólo mediante la cual puede procurarse aún remedio contra todos los males de este estado.” Sin el derecho a criticar, el poder ejercido por el soberano (ya sea una asamblea, un monarca absoluto o uno mismo) carece de todo límite. Incapaz de recibir exitosamente información sobre su estado y sus posibilidades, el sistema se vuelve cada vez más inestable. Es decir, se vuelve cada vez más loco.
En la Biblia, el faraón que tiene a José como parrhesiastes gobierna bien y Egipto prospera, y el faraón que no tiene a José no tiene parrhesiastes alguno y en consecuencia inaugura una larga tradición de tratar de matar a todos los judíos y entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre el mar para que mi pulpo gigante vuelva sobre los egipcios, sobre sus carros y su caballería. Lo que ni Kant ni Focault explican es porque el monarca elegiría no hacerle caso a su sabio consejero o directamente prescindir de los servicios de sabios consejeros en general. Presumiblemente en la academia de dictadores les enseñan a los futuros dictadores que el orgullo viene antes de la caída. Véase Proverbios 16:18 y también 12, 17, 60, 61 y 74.
Lo primero que pensaríamos es que el poder de por sí corrompe, y enloquece, y produce pesadillas donde Mel Brooks y Barbara Streisend te tiran bolas de matzah por la cabeza. Pero eso no explica como puede ser que haya algún soberano mágicamente inmune a esa locura y capaz de actually darle bola a su José. Precisamente en la tradición judía está la idea de que esta ignorancia selectiva es un problema retórico. Si la Parrhesia es el grado cero de la retórica, puede ser que el monarca sea incapaz de entenderla si no puede operar en ese grado.
III.
El Haggadah es un texto que se lee en Pésaj y cuenta la historia del Éxodo de los israelitas de Egipto a través de plegarias, rituales con comida, bendiciones, citas de la Torah y toda la pelota. Es una forma muy estructurada de contar la historia diseñada para que el rabino pueda enganchar a distintos tipos de pibe en sus codiciosas garras judías y cumplir su nefasto propósito, que es que vivan productivamente en comunidad.
Dice Zvi Mowshowitz (que aclaro, por las dudas, es judío) que el Haggadah es una especie de historia meta-pedagógica. Te enseña a enseñarle a cuatro tipos de personas que tienen diferentes entendimientos de cómo el discurso se relaciona con la realidad (diferentes logos en platospeak) y cómo ir llevándolos hacia la sabiduría. Y también qué sucede si no lo haces, mediante la inclusión virtual de un quinto chico que no está presente para escuchar la historia del Éxodo, ya que perdió todo contacto con su cultura debido al inconveniente de estar enterrado en una fosa común.
Potencialmente sentados con el rabino tenes a Chacham, el pibe sabio, Rasha, el pibe demonio, Tam, Paixão por Voar e Servir, el pibe simple y She'eno Yode'a Lish'ol, el pibe que no sabe preguntar. Para los Baudrillarianos de la tribuna, esta clasificación se parece a las fases sucesivas de la imagen.
-El pibe sabio trabaja con el reflejo de una realidad profunda. A veces la gente modela y describe el mundo físico, tratando de transmitir información verdadera porque es verdadera. Esto es, el parrhesiastes.
-El pibe demonio enmascara y desnaturaliza una realidad profunda. Es cuando la gente trata de que vos creas lo que ellos quieren que creas para que vos hagas o digas lo que ellos quieren. Esto es, un sofista. Dice Kant que la “estirpe de demonios” no se refiere a algo demoníaco en el sentido usual del término, sino que los demonios son aquellos que “están secretamente inclinados a exceptuarse a sí mismos” de las normas públicas que declaran.
-El pibe simple enmascara la ausencia de una realidad profunda. Es cuando la gente dice cosas más que nada como slogans o símbolos que te dicen a qué tribu o facción pertenecen, o que clase de persona son. Esto es, un militante que habla en shibboleths.
-Y el pibe que no sabe preguntar no tiene relación con ninguna realidad y es su propio simulacro puro. Esto es cuando el discurso se vuelve meta o parece que no tiene ningún sentido. Las representaciones simbólicas responden más que nada a las asociaciones o a las vibes o a otros símbolos. El discurso se convierte en un océano de sentidos incompletos, que están ahí para invitar a otro a que los complete o los integre de alguna forma.
Vale aclarar que, en el sentido más técnico y estricto posible, todos los pibes tienen “razón”. Estos modelos del mundo son epistemológicamente válidos porque la relación entre el símbolo y la cosa es arbitraria. Se supone que la Torah habla para todos los pibes y entonces se entiende tradicionalmente que cada pasaje tiene una interpretación literal, una interpretación moral, una interpretación alegórica y una interpretación mística. Pero cada lectura produce o nos permite extraer diferentes sentidos a partir de los mismos datos y, en esa línea, sólo uno de estos pibes, el pibe sabio, ayuda a sostener una comunidad potencialmente formada por toda clase de pibes.
Esto es porque el pibe sabio se maneja en relación a la realidad común. Trata de usar los símbolos de una forma que correspondan lo más posible a la cosa porque los entiende como medios para un fin, que es compartir información sobre cosas. Si dice que hay un león del otro lado del río es porque hay un león al otro lado del río. Esto le permite a una comunidad adaptarse a las distintas amenazas que va enfrentando y responder apropiadamente a ellas. Nótese que esta “comunidad” no tiene, en términos cibernéticos, un nivel de recursión fijo, puede ser un individuo o una ciudad o un país.
Por otra parte, si el pibe demonio dice que hay un león del otro lado del río, es porque le conviene que vos pienses que hay un león al otro lado del río, y podría o no haber tal león. No es necesariamente que miente siempre, si no que en un contexto donde se entiende que hay una relación entre lo que uno dice y lo que hay, a veces hay ventajas que se pueden sacar en las imperfecciones o imprecisiones de esa relación, y el pibe demonio, el sofista, “evoluciona” para capturar algo de esa ventaja, ya sea estirando la verdad o usándola de manera selectiva.
Luego el pibe simple "evoluciona" para proliferar socialmente en un contexto de pibes demonio, como el pibe demonio entre sabios. El tercer pibe dice que hay un león del otro lado del río porque es #TeamLeónAlOtroLadoDelRío. No le importa que haya o no león, porque lo que quiere con su discurso no es hacer un comentario sobre la realidad sino demostrar filiación con un grupo de pertenencia. En un contexto donde es difícil determinar quién dice la verdad y quien miente, es útil elegir qué creer eligiendo en quien creer, y militándolo, yendo muchas veces a la guerra contra los que se pronuncien o se sospechen partes de otro grupo. Dice Carl Schmitt al respecto que “El enemigo político no tiene por qué ser moralmente malo; no tiene por qué ser estéticamente feo; no tiene por qué actuar como un competidor económico y hasta podría quizás parecer ventajoso hacer negocios con él. Es simplemente el otro, el extraño, y le basta a su esencia el constituir algo distinto y diferente en un sentido existencial especialmente intenso de modo tal que, en un caso extremo, los conflictos con él se tornan posibles, siendo que estos conflictos no pueden ser resueltos por una normativa general establecida de antemano, ni por el arbitraje de un tercero "no-involucrado" y por lo tanto "imparcial".”
Finalmente, el pibe que no sabe preguntar no sabe preguntar porque parte de la base de que no hay relación alguna entre la imagen y la realidad. Habita en el famoso simulacro. No solo sabe que el discurso está abierto a interpretación si no que no conoce otra forma de relacionarse con él que interpretándolo. Por eso no sabe preguntar. No es que no se anima a preguntar, no se le ocurre que puede pedir aclaraciones para tratar de entender el sentido que pretende el otro cuando dice "Hay un león del otro lado del río". Como un místico, asume que toda la información que necesita para producir sentido a partir de cierto discurso está contenida adentro del discurso. No concibe una realidad que pueda existir aparte del discurso. En un contexto donde decir es pertenecer, y no pertenecer es ser considerado enemigo, ser ambiguo y comunicarse mediante sobreentendidos y vibes ayuda a que todo otro me lea siempre como parte de su grupo y no como un enemigo a destruir.
IV.
Con el tiempo y más rápido en ausencia de un peligro existencial físico que lleve al sistema a un punto de quiebre, el discurso suele pasar a través de las cuatro generaciones. Cada nivel tiende a “ganar” contra el anterior en cuanto al grado retórico de persuasión. Entonces si tuvieramos una especie de termómetro de simulacros, con el paso del tiempo este marcaría un número cada vez más alto. Vamos de trabajar con la verdad; a trabajar con la distorsión y la manipulación; al simbolismo y la filiación y los juegos sociales; a las asociaciones ilógicas guiadas por vibes e implícitamente conspirando contra otras estrategias comunicativas. Kant también nos dice que el duelo entre el dogmatismo y el escepticismo, entre una verdad absoluta y muchas verdades, el loop del escéptico dice que “la verdad absoluta no existe” y el dogmático que le contesta que “eso que decis es sospechosamente parecido a una verdad absoluta” se resuelve en el indiferentismo total y lo que él llama “el caos y la noche en las ciencias”. Zvi advierte que hay una deriva hacia no saber preguntar y si no la frenás todo lo que valoras se va a perder para siempre. Históricamente, el énfasis en el quinto chico, el que no está para escuchar la historia del Éxodo, se intensifica con las distintas persecuciones, holocaustos y pogroms que van sufriendo los judíos. La conclusión que surge de ahí es que esta deriva termina en que nos morimos todos.
Esto es un problema.
V.
Hay miles de años de filósofos tratando este problema y planteando soluciones. Si hay que tratar identificar a los sabios y darles el gobierno a ellos, o si hay que tratar de que todos se vuelvan sabios, si hay que arrear a los pibes demonio como hijos del rigor que son y tenerlos cortitos, si hay que hacer que todos piensen igual para que los simples no se maten entre ellos, o si hay que alcanzar la trascendencia angelical alineada con la verdad divina para que no haga falta preguntar más nada.
O si se trata de un problema de comunicación. El discurso desnaturalizado lleva a cual sea el mecanismo que toma decisiones (el “soberano”, aunque se trate de un mecanismo impersonal) al aislamiento, y el parrhesiastes no se puede comunicar con él porque su comunicación no comunica. Sus intentos de acercamiento rebotan porque no son recibidos como intentos de acercamiento, si no como intentos de manipulación o de obsecuencia o como discurso vacío. Entonces el soberano opera dentro de una especie de neblina de guerra y carece de capacidad de adaptación porque no tiene un ancla a nivel objeto que le permita emitir o responder a juicios de valor. Esto sí, esto no y por qué.
Lo que quiero hacer es ir recorriendo las diferentes formas en que este problema y sus soluciones fueron formuladas para ver que sí, que no y por qué.
Parte II acá:
Libertad de Expresión aplicada
I. En el capítulo anterior dijimos que el objetivo cibernético de la parrhesia, de la libertad de expresión, es ser una herramienta para permitir el cambio dentro de un sistema. Libertad de expresión quiere decir que vos podés hablar en contra del gobierno y el gobierno no te puede meter preso o fusilar por eso. Un orador trata de convencer a la asamblea…
No creo estar muy cerca del personaje del pibe sabio, pero al leer esto entiendo mejor el origen de por qué cuando alguien se autoproclama orgullosx como “pibe simple” o cuando alguien que no hace más que reproducir el discurso del gobernante (o el mismo gobernante) habla de si mismx como un parrhesiastes, me dan ganas de salir a repartir sopapos.
Claramente estos textitos son oro y yo soy una pajera que debería sentarse a leer las cosas independientes de buena calidad que encima le llegan gratis. Así que bueno, menos info reducida y masticada de redes y más #teamleerconpaciencia (ah, re piba simple)